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El sitio es súper chulo y con unas vistas espectaculares. Con una mega terraza en la parte superior, que te deja disfrutar de estas vistas. Comida buena, casera, y elaborada con cariño. Poca clientela (fui a comer un día entre semana), lo que condiciona un poco el menú. Hay días en que puedes escuchar música en directo. Aparcamiento casi en la puerta. Es un sitio con encanto.

Ideal para pasar la verbena de San juan. Un lujo de cena en general. La propuesta gastronómica: productos de 1ª calidad y elaborados. El servicio: inmejorable. El "chef" Roger, nos recibió nada más entrar y la atención que nos brindo me hizo sentir especial. Fue él quien dijo donde sentarnos, sin dar otra opción. Era la mejor mesa, situada de manera que veías los fuegos artificiales de los barrios de Sant Cugat y alrededores, al DJ, la barra, la zona de baile...Todo eso mientras cenas y te chupas una cabeza de gamba fresca. La camarera, Mónica, profesional y de sonrisa perenne. Ahí arriba, en plena montaña, hacía fresco. Fue comentarlo y en 0,2 seg tenia sobre mis hombros una colorida y cálida mantita. El resto de personal abajo en "la disco" derrochando buen rollo. Estas y otras atenciones, no tienen precio, ni figuran en la carta, pero valen mucho. Así que 30€ por todo ello, en una noche mágica, lo encuentro excepcional.

El sitio es ideal para una comida con niños, tiene carta para niños, menú del día y la carta normal. En el restaurante hay varias salas, a parte de el comedor, hay un escenario para dar conciertos. Si bien es cierto que en algunas salas hace algo de frío, las vistas son muy bonitas y la comida igual. Los camareros y el cocinero es gente muy amable que hace siempre lo que puede para satisfacer al cliente.